viernes, 14 de septiembre de 2007

El verano tenístico

Rafael Nadal volvió a demostrar su supremacía en la temporada europea de tierra batida. Alcanzó la final por segunda vez consecutiva en Wimbledon pero, de nuevo, se le atragantó la gira norteamericana. Mientras tanto, Roger Federer agrandó aún más su leyenda, gracias a sus exhibiciones en Londres y Nueva York. Pero la pugna por el número uno tiene a un nuevo invitado: Novak Djokovic. El serbio crece a pasos agigantados y se aproxima con peligro al segundo puesto del escalafón mundial.
Los tenistas arribaron a la arcilla europea sabiendo que derrocar a Rafael Nadal sería una quimera. En su primer contacto con el polvo de ladrillo, el joven zurdo se hizo con el Masters Series de Montecarlo, tras noquear con inusitada facilidad a Roger Federer (6-4 y 6-4). En Barcelona y Roma, el manacorí prolongó su racha victoriosa. En el Foro Itálico vimos como un apático Roger Federer caía en octavos de final frente al italiano Filippo Volandri.
Ambos tenistas pusieron rumbo a Hamburgo y en el Masters Series germano parecieron encenderse las alarmas. Rafael Nadal, muy desgastado por la longeva temporada sobre polvo de ladrillo, por la dureza de su choque de semifinales frente a Lleyton Hewitt y por sus molestias en una rodilla, acabó sucumbiendo ante el astro suizo en la gran final del torneo alemán (6-2, 2-6 y 0-6). El clima gélido y las condiciones de la pista, húmeda, lenta y con poco bote, también tuvieron su parte de culpa.
El zurdo español llegó a París un tanto dubitativo. Pero partido a partido fue reencontrando sensaciones y vapuleando a cuantos rivales le retaban al otro lado de la red. La esperada final de Roland Garros entre los dos mejores tenistas del momento estaba servida. El reinado de Nadal en tierra batida estaba en entredicho. Mas a la hora de la verdad, el manacorí superó al helvético con suficiencia (6-3, 4-6, 6-3 y 6-4). Le machacó como sólo él sabe hacerlo, una y otra vez, su único punto débil, el revés alto, gracias a su drive liftado con topspin. Su tercera Copa de los Mosqueteros mereció los elogios del suizo y de Gustavo Kuerten, que reconocieron que el mallorquín va camino de ser el mejor jugador de la historia sobre arcilla.
El primer asalto había sido para Nadal, pero Federer acudió a Londres con la intención de agrandar su figura. El 'spanish bull' fue dejando en la cuneta a varios jugadores incómodos, como el sueco Robin Soderling o el serbio Novak Djokovic, y a alguna de sus bestias negras, como el ruso Mikhail Youzhny o el checo Tomas Berdych. Federer, mientras tanto, fue paseándose en la hierba británica y únicamente fue mínimamente inquietado por Juan Carlos Ferrero. El segundo asalto entre el español y el helvético era una realidad. El número uno mundial se puso un set arriba en dos ocasiones, pero el número dos le igualó. Precisamente en las postrimerías del cuarto parcial, el balear recibió tratamiento por una molestia en la rodilla derecha. A pesar de ello no bajó el pistón, mas es imposible derrotar a un genio como Federer sin estar al cien por cien. La suerte estaba echada. El discípulo de Toni Nadal 'hizo de tripas corazón' y tuvo su oportunidad en el tercer juego de la quinta manga de quebrar el servicio del de Basilea. Dispuso de un 15-40, que desperdició con escasa fortuna. A partir de ese instante, Nadal se hundió y su oponente comenzó a sumar puntos y juegos a placer. Al final, Federer conquistó de nuevo Wimbledon (7-6(7), 4-6, 7-6(3), 2-6 y 6-2) por quinta vez consecutiva.
En esos instantes, Nadal, con el número uno de la Carrera de Campeones y cada vez más cerca en la Lista de Entradas, decidió ir a Stuttgart para acercarse aún más a Federer. En Alemania, el joven español triunfó, pero quizás se desgastó en demasía. Y con un calendario tan cargado, los excesos se terminan pagando.
El suizo se tomó unas vacaciones y regresó en Montreal, donde cayó en la final del Masters Series de Canadá frente a Novak Djokovic (7-6(2), 26, 7-6(2)). La semana siguiente el rey del tenis actual se desquitó y alzó el Masters Series de Cincinnati, después de liquidar al estadounidense James Blake (6-1 y 6-4). En ese intervalo, Nadal dilapidó su ventaja en la Carrera de Campeones y vio como se esfumaban sus opciones de encabezar la Lista de Entradas a corto plazo. En Canadá, le derrotó Djokovic en semifinales con una cierta comodidad y, en Ohio, tuvo que retirarse en segunda ronda cuando ya tenía el partido cuesta arriba frente al argentino Juan Mónaco, debido a unos mareos.
Nadal veía como la gira norteamericana era otra vez un muro inderrocable. El Abierto de los Estados Unidos era su oportunidad de 'quitarse la espina', si bien, no pudo ser. Una tendinitis en la rodilla izquierda mermó las posibilidades de su juego, basado, entre otros aspectos, en un derroche físico inhumano. En octavos de final, un sensacional David Ferrer le apeó del cuarto Grand Slam de la temporada en la cuarta ronda. El de Jávea fue el español que cuajó una mejor actuación, al llegar a semifinales. En la penúltima ronda, se encontró con un Novak Djokovic desatado, que le superó en tres parciales. El rival del serbio en la final sería, como no, Roger Federer. En lo que fue una reedición de la final del Masters Series de Montreal, el suizo tiró de experiencia para imponerse (7-6(4), 7-6(2) y 6-4). No obstante, el prodigio balcánico dio muestras de su infinito potencial. Soberbio en el servicio, sólido desde el fondo de la pista y con un revés paralelo a dos manos fabuloso, 'Nole' jugó de tú a tú ante el número uno. Pero el miedo a la victoria en los instantes finales de cada set le costaron el encuentro.
Roger Federer y Rafael Nadal ya están avisados. Ya no sólo son dos gladiadores los que pugnan por el cetro del tenis universal. A la batalla se les ha unido un aguerrido y talentoso serbio. Djokovic, cada vez más cerca del bravo tenista español en la Lista de Entradas, amenaza con derribar la dicotomía del suizo y del balear. Y talento tiene para hacer tambalear a cualquiera. 'Nole' es el presente y el futuro del tenis mundial.

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